Todos crecimos escuchando, leyendo o viendo en pantalla
cuentos infantiles: “Cenicienta”, “Caperucita Roja”, “El Gato con Botas”,
“Pulgarcito”, “Blancanieves”, “Barba Azul”, “Las habichuelas mágicas”, “Jack el
Cazagigantes”, “Rapunzel”, “Hansel” y “Gretel”. Esas historias con final feliz
tienen también un origen y un pasado, un contexto en el cual tenían otro
sentido para quienes los narraban y aquellos que los escuchaban: los campesinos
analfabetos y paupérrimos de Francia, principalmente.
La historia no es sólo una serie de sucesos políticos, de
grandes acontecimientos o de hazañas épicas. Es posible adentrarse en otros
aspectos profundos de la historia, lejos de las intrigas palaciegas y las
decisiones de Estado, en las cuales evidentemente la “gente común” no
participaba. ¿Cómo entonces, penetrar en la mente colectiv a de esas personas,
sin rostro, sin nombre, que habitaron hace siglos y que no dejaron un
testimonio de su puño y letra? ¿Cómo conocer los códigos, v alores y
símbolos de una época? Eso no es posible descubrirlo en los tratados de
paz, ni en las declaraciones de guerra, de independencia o en las
constituciones.
Los cuentos
“infantiles” que han llegado a nuestros días han pasado por filtros,
modificaciones y “maquillajes” para adaptarlos al gusto de distintas épocas,
como lo hicieron en su tiempo Charles
Perrault, los hermanos Grimm y Walt Disney .
En efecto, los cuentos son documentos históricos. Han evolucionado
durante muchos siglos y se han modificado en distintos contex tos culturales.
Tomemos como ejemplo una versión que antecede al cuento de “Caperucita Roja” no
apta para niños hoy en día.
Caperucita Roja
Una chiquilla es enviada por su madre para llevar a su
abuela pan y leche, el lobo la intercepta en el camino, averigua su destino y
llega antes que la niña, se disfraza y se mete a la cama de la abuelita. Hasta
ahí la historia no ofrece nada peculiar en contraste con la versión que
conocemos.
Aquí llega la diferencia:
El lobo mata a
la abuelita, pone su sangre en una botella, rebana la carne, la acomoda en un
platón y se la da a comer a la niña para después hacer que se desnude y
finalmente, comérsela. No diríamos que es un cuento para niños. Tan sólo en
Francia, se han rastreado aproximadamente 35 versiones del cuento de esta niña,
en algunas aparece la caperuza, en más de la mitad de esas v ersiones es devorada
por el lobo y en algunas más logra escapar mediante alguna artimaña.
Madrastras
Por otra parte, casi la mitad de los franceses moría
antes de cumplir los 10 años, la mortandad de bebés era altísima. A lgunos
morían asfixiados por sus padres en la cama. Otros eran abandonados, pues a
menudo un hijo más era la diferencia entre la pobreza y la indigencia. Los matrimonios
duraban 15 años aproximadamente y terminaban no por divorcio sino por muerte.
Las madrastras proliferaban por todas partes y a que los
hombres que enviudaban se volvían a casar con mucha frecuencia. Toda la familia
se amontonaba en una o dos camas y se rodeaba de ganado para mantenerse
caliente. Los hijos trabajaban con sus padres, casi en cuanto empezaban a
caminar, no había tratos preferenciales ni se les consideraba criaturas
inocentes.
Así, la mamá de “Pulgarcito” vivía en un zapato y tenía
tantos hijos “que no sabía qué hacer”, en los cuentos, los niños son
abandonados, devorados por algún ogro, salen a mendigar o a buscar fortuna evitando
ser una carga para sus padres.
Una versión que antecede a “La bella durmiente”, el
Príncipe, que y a está casado, viola a la princesa y ella tiene varios hijos
sin despertar, hasta que son ellos quienes rompen el encantamiento cuando la
muerden al momento de amamantarlos. En una versión anterior a “Cenicienta”, la
madrastra trata de matarla empujándola al horno pero por error quema a una de las
malvadas hermanastras.
El mundo de los campesinos es un mundo cruel, brutal
lleno de huérfanos y madrastras, donde hay que sobrevivir: los caminos están
desolados y al mismo tiempo llenos de peligros, los lobos aúllan, los ladrones
pueden estar agazapados en cualquier lugar. Los viajantes no tienen dinero para
pagar una posada y además ahí también corren el riesgo de ser degollados y
despojados de sus pocas pertenencias. Sin sermones ni moralejas, los cuentos
franceses muestran que el mundo es un lugar cruel y peligroso, es mejor ser
desconfiado. La mayoría de los cuentos no están dedicados a los niños, más bien
tienden a ser admonitorios.
Nunca llegará a nosotros el dramatismo con el que se
contaban esos cuentos: el crepitar de la leña en el fogón, las pausas, los
golpes en la mesa, los gestos, las palmadas, las carcajadas o los gritos que
produjeron, pero, aunque difuso, alcanzamos a percibir un débil rumor de los
miedos y los deseos de aquellos seres aparentemente mudos.
Pulgarcito y otros más
A simismo existen 90 v ersiones de “Pulgarcito”, 105 de
“Cenicienta” y otras tantas de “El Gato con Botas”, “Barba Azul”, “La Bella
durmiente”. Antes de que Charles
Perrault y los hermanos Grimm omitieran
las partes caníbales y violentas de estos y otros relatos “infantiles”, para
hacer versiones impresas, los cuentos se transmitían de manera oral, en las
largas noches de invierno al final del día, mientras los hombres limpiaban sus
herramientas y las mujeres hilaban en una rueca.
Eran cuentos para matar el tiempo y el hambre. Los
campesinos en los pueblos luchaban para mantenerse en la pobreza y no pasar a
la indigencia. La carne es un producto que se consume sólo algunos días al año
y la dieta consiste principalmente en caldos hechos a base de agua, pan y
alguna hortaliza como nabo, cebolla o col. En los cuentos, los deseos de la
gente hambrienta se materializan en comida: en algunas versiones de
“Cenicienta”, la madrastra sólo le da de comer pan, mientras sus hermanastras
son un par de gordas que haraganean por la casa.
La virgen María se aparece cuando “Cenicienta” está a
punto de morir de hambre y le da una varita mágica con la cual puede hacer
aparecer los más suculentos banquetes, obvio Cenicienta empieza a engordar
(señal de que está saludable) y la madrastra a sospechar… Los personajes de los
cuentos (y a sean niños, pícaros, sirvientes, molineros), cuando se les concede
algún deseo, piden bollos, un salchichón, todo el vino que puedan beber, papas
en leche, pedazos de queso, pan blanco, pasteles o un pollo…
Fuentes:
Por Agencias Madrid, España
Caperucita Roja… y otras historias de terror [Literatura]
- 10/05/2015 | Periódico Zócalo
http://www.zocalo.com.mx/seccion/articulo/caperucita-roja...-y-otras-historias-de-terror-1431263069